domingo, 14 de julio de 2019

UN CAMINO HACIA EL ECOSOCIALISMO EN URUGUAY


Escrito por Claudio Diz

Joel Kovel, uno de los autores del manifiesto Ecosocialista y considerado uno de los principales ideólogos de esta corriente opuesta al capitalismo, nos dice que existe un camino alternativo y que la humanidad debe transitar por él para evitar el actual estado de destrucción ambiental.

A ese otro "nuevo mundo", el único posible, pues el actual rumbo que está tomando la civilización actual nos llevará inevitablemente a la destrucción masiva, deberemos llamarlo de alguna forma: ecologismo de carácter social, humanitario y comunitario, o socialismo de carácter ecológico. No importa el nombre si lo que se persigue es el mismo fin; terminar con el mal de todos los males que representa el sistema capitalista y su etapa superior: el corporativismo y su instrumento de dominio, la globalización.

Por eso, cuando desde algunos sectores políticos ecologistas más lúcidos y radicales nos oponemos a los Tratados de Libre Comercio (TLC), en el fondo nos estamos oponiendo a la globalización, y cuando nos oponemos a la globalización (que no es un invento de los pueblos sino de las corporaciones transnacionales) nos estamos oponiendo al propio capitalismo en sí. Sistema excluyente en los social, depredador en lo ambiental y explotador del trabajador en lo laboral, ahora ayudado y revitalizado por una legión de máquinas automatizadas y robotizadas, pero la mención sobre los adelantos de la ciencia y la tecnología al servicio supremo del capitalismo quedará para otro capítulo.

Volviendo al ecosocialismo y sus posibilidades, observamos que el Primer Mundo industrializado y desarrollado ha alcanzado niveles de confort nunca vistos antes, pero a un costo ambiental tremendo. Como un castigo de la propia naturaleza, observamos que los efectos del cambio climático se hacen sentir con mayor rigurosidad en el hemisferio norte que el hemisferio sur donde nosotros vivimos. Este año en Europa están sufriendo los veranos más calientes de la historia, con temperaturas promedio de 45 grados centígrados y los inviernos más crueles, con temperaturas muy por debajo del cero, que han cobrado víctimas fatales.

Los europeos, con un nivel cultural y educativo muy superior al nuestro, que además proviene de una historia milenaria, su población más culta se pregunta y cuestiona si vale la pena pagar el precio ambiental y ecológico de tanto consumismo y tanto derroche de materias primas y energía, de tanto bienestar material. Sí ya no es hora de adoptar formas de consumo más ecológicas y amigables con el medio ambiente, e incluso hablan de “decrecimiento” como una de las salidas para atenuar la crisis ambiental. En ese sentido han crecido notablemente las bancadas de los partidos verdes europeos, pero éstos en su mayoría adhieren a alianzas políticas con los partidos laboristas y socialdemócratas, donde dentro de esas alianzas no se cuestiona para nada las formas de producción, distribución y consumo capitalista. El colaboracionismo verde con esos gobiernos laboristas ha llevado a logros ambientales menores como evitar los plásticos de un solo uso y ponerle fin a la producción de las viejas lámparas de filamento; algo así como querer curar un cáncer con aspirinas. Mientras los europeos buscan soluciones tecnológicas (dentro del propio capitalismo) para atenuar la contaminación; algo muy común en el ambientalismo, y para eso debemos aprender a distinguir bien entre ambientalismo, ecologismo y ecosocialismo, los Acuerdo de París sobre el clima que engloban a las superpotencias está muy lejos de cumplirse.

Pero al mismo tiempo está naciendo un fenómeno social contestatario por fuera de esas jerarquías partidarias, movimientos ciudadanos autoconvocados que promueven formas alternativas de vida, quieren preservar otro mundo para sus hijos, saben que el mundo está yendo para un precipicio, pero no logran descifrar o alcanzar a ver una salida a la debacle económica, social y ambiental que ha llevado el sistema capitalista. Se hace necesaria una nueva mirada al campo y se hace necesaria una nueva forma de organización social, lo que denomino Ecosocialismo o ecologismo de carácter social.

Ya en el Tercer Mundo no existe tal cultura, tal grado de desarrollo material, no le podemos hablar de “decrecimiento” a un paisano de tierra adentro, que tiene que ir todos los días a sacar agua de un pozo para satisfacer sus necesidades, y los servicios eléctricos o de telecomunicaciones difícilmente funcionan en su pueblo; el que tiene que transitar a caballo varios quilómetros para llevar sus hijos a la escuela ¿Cómo es posible hablarle de ecologismo o socialismo a una persona que está acampando en un local comunal desde hace semanas porque su casa se inundó con el desborde del río? De lo último que quiere saber esa persona es de “ideología” y lo que más le interesa es volver lo más pronto posible a SU CASA, a poder estar con SU FAMILIA y a poder volver a SU TRABAJO, y remarco el posesivo “su”, porque el individualismo y el sentido de posesión en nuestra campaña es de carácter histórico y cultural.

Cuando se habla de erradicar el capitalismo es necesario dejar en claro que ciertas cosas materiales, ciertas “propiedades” deben permanecer como cicatrices en el cuerpo, porque la gente nace con ellas, se educa con ellas y muere con ellas. Tratándose de Uruguay, no podemos “adaptar” a determinados grupos sociales a nuestra ideología ecosocialista, sino que nuestra ideología se debe adaptar a ellos. Si el sueño de cada trabajador campesino uruguayo es tener su casa propia (propiedad privada) dejemos que la tenga, es más, ayudemos a que la tenga. Pero eso no nos debe quitarnos la oportunidad de decirle y demostrarle con pruebas científicas que el mundo que se viene es muy diferente al mundo que él conoce. Mostremos fotos, vídeos, ejemplos de vida de otros pueblos que ya pasaron por esas experiencias. Demos la oportunidad de elegir entre vivir en el lugar y en la casa que vivieron sus abuelos y sus padres pero que ahora se inunda, o vivir junto a sus vecinos en una Ecoaldea; un poblado ecológico y autosustentable en materia de agua potable, energía y producción alimentaria. Zona libre de cualquier impuesto municipal, construido con el aporte solidario y el esfuerzo de personas como la del señor mencionado en el ejemplo. No podemos imponer a la fuerza estilos de vida desde una ideología, sólo por el hecho de que algunos intelectuales o iluminados la consideran “correcta”. De eso se encargan los gobiernos dictatoriales y tiranos. Debemos dar alternativas de vida consideradas libertarias y de izquierda, como es el ecosocialismo, pero respetando los momentos educativos, culturales y de desarrollo material que cada pueblo o cada región tiene, en caso contrario corremos el riesgo de caer en un discurso panfletario muy propio del marxismo ortodoxo. El fracaso de esa “política impuesta” lleva a la derrota de los movimientos libertarios y a su vez, ayuda a los partidos burgueses y socialdemócratas a sacar provecho de las debilidades humanas; tal como lo han venido haciendo hasta ahora en Uruguay y la región.

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