lunes, 23 de abril de 2012

CAMBIO AMBIENTAL GLOBAL. EL BOOMERANG DE LA ESPECIE HUMANA


Escrito por Cristina Hernández

El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobre explotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones, pero no habrá una verdadera solución para el conflicto si no se supera el modelo de desarrollo capitalista.


Los últimos diez años han sido pródigos en noticias sobre terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías, olas de calor y de frío, exterminio de especies animales, bosques totalmente devastados. A la par, sabemos que aumenta el agujero de la capa de ozono, se acaban las reservas de hidrocarburos, sube la temperatura de océanos y mares, se derriten los glaciares y la polución produce todo tipo de afecciones a la salud humana.

El sistema de consumo de las sociedades contemporáneas se ha convertido en depredador de todos los recursos ambientales y nos regresa hoy a la génesis de la lucha por la supervivencia. De mantenerse los ritmos de crecimiento económico basados en el saqueo de la naturaleza, puede que nuestros descendientes no encuentren las vías para mantenerse con vida. Sin embargo, los principales causantes de esta situación serán los últimos en verse afectados por sus consecuencias. La desigualdad del mundo contemporáneo hace que sean las naciones y personas más pobres quienes primero sufran los embates de esta acción perjudicial sobre la naturaleza.

El cambio climático, la contaminación de la atmósfera y del agua, las transformaciones del paisaje -tales como la deforestación y los procesos de degradación del suelo-; la extinción de especies y el agotamiento de recursos naturales sobreexplotados son factores que han traído consigo un cambio ambiental global que precisa una respuesta urgente y definitiva por parte de las naciones.

No se trata de una preocupación reciente. En el informe presentado ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1987 por la Comisión Brundtland, denominado Nuestro Futuro Común, se presentó el concepto de “Desarrollo sostenible”, apoyado luego en la Cumbre de Río de 1992. Con esto se acentuaba el principio elemental de un desarrollo donde se logren satisfacer las necesidades de la generación presente sin afectar por ello las de la generación del futuro. Ahora bien, llevar a término este paradigma en un mundo donde prima un modelo de desarrollo basado en la acumulación desmedida ha sido prácticamente imposible. Sus consecuencias no han podido siquiera aplazarse, aún cuando existen llamamientos internacionales como la Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo, la Agenda 21, la Declaración del Milenio y los Objetivos de Desarrollo del Milenio, el Plan de Implementación de Johannesburgo, el Programa de Acción de Barbados para el Desarrollo Sostenible de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo y la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, entre otros.

En su intervención en aquella Cumbre de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en 1992, Fidel aseguraba que la especie humana se encontraba en riesgo de desaparecer y responsabilizaba de manera directa a las sociedades de consumo por la atroz destrucción del medio ambiente. La solución avistada por el líder histórico de la Revolución Cubana transitaba por una mejor distribución de los recursos. “Si se quiere salvar a la humanidad de esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana”, sentenció.

Efectivamente, se trata de aplicar un enfoque cultural a la sostenibilidad en pos de alcanzar un sistema de pensamiento y de acciones donde prevalezca la armonía con la naturaleza. El modelo cultural de producción, hasta el momento devastador, debe ser sustituido por valores que apunten a una relación más sabia con el planeta. No basta con promover el cuidado del medio ambiente si no se transforma de manera radical la visión del mundo y los principios sobre los que se concibe el desarrollo económico.

Por sólo citar algunas cifras de la acción demoledora de la especie humana, se estima que en el mundo se pierden alrededor de 15 millones de hectáreas de bosques al año, que el 52 por ciento de las pesquerías están explotadas al límite, otro 24 agotadas y solamente el tres por ciento se consideran no explotadas.

Mientras América Latina consume alrededor del 4 por ciento de la energía mundial y África el 2.5 por ciento, entre EE.UU y la Unión Europea consumen alrededor del 58 por ciento de la energía del planeta. El desplazamiento climático ambiental es la primera causa de las migraciones humanas y en 2010 llegaba a 38 millones de personas.

Además, se desperdician a diario millones de toneladas de alimentos, al tiempo que en el África Subsahariana el hambre es una causa de muerte. EE.UU. es el país que lidera las cifras de este despilfarro. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Arizona, entre el 45 y el 50 por ciento de todos los alimentos cosechados se pierden anualmente antes de ser consumidos. En el mismo informe se consigna que esta comida podría servir para cubrir todas las necesidades de los desnutridos de ese país, en el cual 4.6 millones de hogares padecen de grave inseguridad alimentaria.

Cercanos a la celebración de la Cumbre Río+20, donde las naciones del mundo se reunirán a evaluar los desafíos de este cambio ambiental global y las vías para enfrentar sus consecuencias hasta el momento irreversibles, los movimientos sociales se reunieron en Brasil en el Foro Social temático Crisis capitalista, Justicia social y ambiental. La crisis ambiental y la soberanía alimentaria estuvieron entre los puntos debatidos, partiendo siempre de que “el calentamiento global es el resultado del sistema capitalista de producción, distribución y consumo”.

En la Declaración Final de esta Asamblea de Porto Alegre se responsabiliza a las transnacionales, las instituciones financieras, los gobiernos y organismos internacionales por no querer reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. La opción de una “economía verde”, propuesta como solución para la crisis ambiental y alimentaria por algunas potencias internacionales es puesta en entredicho, pues “resulta en la mercantilización, privatización y financiarización de la vida”. Los agrocombustibles transgénicos, la geoingeniería y los mercados de carbono no resultan, como bien se apunta en el documento, una verdadera solución para el conflicto si no se supera el modelo de desarrollo capitalista.

Para el planeta no existen recursos infinitos. La responsabilidad de preservarlos pasa hoy por los gobiernos, pero también por cada uno de los seres humanos que lo habitamos. Cada acción que realicemos como comunidad de naciones en pos de una cultura ecológica resulta garantía de perpetuidad. La crisis ambiental nos pone ante el reto intelectual de concebir un ethos de armonía con el espacio que nos brindó la vida. El presente dossier de La Jiribilla, responde por tanto, al imperativo ideológico y cultural de mantener a salvo la Tierra.

jueves, 12 de abril de 2012

LA CRISIS DEL DESARROLLO Y RIO+20


Escrito por Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas

El concepto de desarrollo sustentable, nacido en Río’92, ya está en crisis. A nivel mundial, los poderosos insisten en un paradigma de desarrollo que sigue priorizando el crecimiento económico y la expansión de la mercantilización de los bienes, un modelo que está al servicio de las transnacionales. Por ello hay mayor desigualdad social, menor acceso a la tierra, al agua, a la comida, al empleo y a otros servicios elementales. Y la Madre Tierra continúa siendo herida. No es posible encontrar soluciones a la crisis de civilización dentro de este sistema. No es un tema tecnológico. No se puede gestionar la voracidad de un sistema insaciable que todo lo convierte en mercancía, no quiere reducir emisiones ni cambiar la matriz energética, sino que compra y vende carbono.
La crisis del desarrollo y Río+20

La Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo Río+20 es el resultado de un largo proceso iniciado en los años setenta, cuando el desarrollismo capitalista evidenció su crisis. Una crisis que hoy abarca todos los aspectos: social, cultural, económico, financiero, ambiental, de paradigmas. Una crisis que ya alcanzó el nivel de crisis del modelo civilizatorio occidental.


Doctrina de la Conquista
Una civilización que empezó su punto más alto de expansión a fines del siglo XV. El año clave es 1492, la invasión al Abya Yala, continente que los europeos bautizaron como América. En ese momento se inauguran tres conceptos: el capitalismo, pues es el período de acumulación de capital; la idea de modernidad, de incorporar estas tierras, a los bárbaros, salvajes, infieles, a la civilización; y la idea de América. Hoy estas tres categorías están en crisis.
El pensamiento de entonces, conocido como “Doctrina de la Conquista”, se resumía en un solo Dios, un solo Estado, un solo rey. En nombre de Dios y del rey se sometía, se asesinaba, se explotaba. Se extirpaban idolatrías. Era la globalización del siglo XVI. Quinientos años después, el nuevo dios y el nuevo rey es el libre comercio.


Estados heredados de la Colonia
Los procesos de colonización no terminaron en el siglo XVI. En el siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX continuó en otros lugares del mundo. Mientras que en América las independencias lideradas por los criollos solo ocultaban las injusticias, pues aún hoy en el Abya Yala se mantienen las instituciones coloniales. Por eso los pueblos indígenas planteamos construir sociedades interculturales y Estados plurinacionales.


Imposición del capitalismo
Cuando se da la revolución industrial, Gran Bretaña tenía colonias, mientras a su interior se avanzaba tecnológicamente en un modelo basado en un alto consumo energético para la producción masiva. Nuestros pueblos originarios del Abya Yala habían sido diezmados por el genocidio. Por eso, para suplir la mano de obra se creó el mercado de esclavos. Entre 1650 y 1860, alrededor de quince millones de personas fueron arrancadas de África como esclavos y distribuidas en diversos lugares del mundo. Por ejemplo, para obtener algodón en el Caribe y el sur de Norteamérica, que después era llevado a las fábricas británicas. Ese fue el origen del boom textil británico.
Este sistema fue impuesto como modelo de progreso, de modernidad, de civilización. Las dos guerras mundiales del siglo XX no afectaron en gran medida la idea de que el capitalismo era el modelo a seguir.
El Plan Marshall, aplicado para reconstruir Europa al término de la II Guerra Mundial, creó el Estado de bienestar. Se activó la economía. Las grandes potencias se habían repartido el mundo en la Conferencia de Yalta. En la llamada Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética entraron en una carrera demencial de armas de destrucción masiva.
Se inició también la carrera espacial. En los sesenta los soviéticos colocan por primera vez una persona en el espacio exterior (Yuri Gagarin) y luego los Estados Unidos llegan a la Luna. Esto permite ver la Tierra desde afuera, estudiar la atmósfera. Desde el espacio se ve la Tierra como una sola casa, sin fronteras. Es una visión que impacta a la sociedad.
Sin embargo, se sigue expandiendo la sociedad de consumo, donde los caprichos, los lujos, se convierten en necesidades. En los países industrializados todos quieren comprar autos grandes, rápidos, poderosos. Se incrementan las actividades comerciales entre los países capitalistas centrales. Pero pocos tienen acceso a esa sociedad consumo, mucho menos quienes vivimos en los países pobres, y dentro de ellos los más vulnerables, los pueblos indígenas. Los países pobres exportamos básicamente materias primas, no comercializamos entre nosotros. El orden comercial internacional sigue siendo un orden desigual, asimétrico.


Modelo en crisis y Conferencia de Estocolmo
Esta idea de desarrollo es la que empieza a ser discutida en la propia Europa en los años setenta. Se reclaman los derechos laborales, el acceso a la educación pública, la descolonización de los territorios, donde la independencia de Argelia marca un hito. Hay protestas, reclamos, movimientos insurreccionales en las colonias. Europa entiende por primera vez que su riqueza se basa en el saqueo y la explotación de otros territorios.
Se empieza también a cuestionar desde los científicos la viabilidad del sistema. Se advierte que la capacidad limitada de recursos no puede ni podrá satisfacer la creciente demanda de consumo. Más aun con la crisis de los precios del petróleo ocasionada por los conflictos en Medio Oriente.
Se elaboran los primeros diagnósticos de esta crisis. Uno de ellos es Los límites del crecimiento, un informe encargado al Instituto Tecnológico de Massachusetts por el Club de Roma, un grupo pequeño de científicos y políticos que provenían de países distintos. El informe fue publicado en 1972. Su autora principal es Donella Meadows, biofísica y científica ambiental, especializada en dinámica de sistemas. Con ella colaboraron 17 profesionales.
En Los límites del crecimiento se hacen cálculos matemáticos entre los índices de población, de alimentos, de energía. La pregunta es: ¿podemos plantearnos un desarrollo infinito si los recursos son finitos? Por primera vez se dice que el agua dulce es escasa. Y se plantea ir hacia nuevos modelos. Se habla de la presión demográfica, donde la gran mayoría de la población mundial no satisface sus necesidades. Se concluye que el equilibrio global puede hacerse realidad si se hace un esfuerzo por resolver el problema de los países pobres. Y se señalan los problemas ambientales.
Este documento marca la pauta de la I Conferencia Mundial sobre Desarrollo y Medio Ambiente, realizada en Estocolmo en 1972. Allí se introduce por primera vez en la agenda política global el tema ambiental, que antes era patrimonio exclusivo de los científicos. Se dice que el tema ambiental repercute en el futuro del sistema.
El mundo, y en particular el naciente movimiento ambientalista, se plantea preguntas centrales: ¿Es posible pensar en sustentabilidad dentro de un sistema cuya racionalidad no es el equilibrio sino la acumulación sin fin, basada en la sobreexplotación de la naturaleza y del trabajo? ¿Hubiera llegado tan lejos el capitalismo sin la riqueza saqueada de América y la esclavización de África?
La Declaración de Estocolmo ya habla de redistribución de los beneficios del desarrollo y de responsabilidad compartida. Pero en América Latina no impactaron estos temas, estábamos en pleno desarrollismo, sustitución de importaciones, booms petroleros.
El texto Una sola Tierra: el cuidado y conservación de un pequeño planeta, de Bárbara Ward y René Jules Dubos, se distribuye a todos los participantes de la Conferencia de Estocolmo. Este libro examina la problemática del medio ambiente no solo desde un punto de vista estrictamente científico, sino a través de sus aspectos sociales, económicos y políticos.
Como resultado de la Conferencia de Estocolmo se crea el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente. Pero, al mismo tiempo, surge una idea errada que identifica la pobreza como causa de la degradación ambiental. Esta idea persiste en el Informe Brundtland, de 1987, que no critica el capitalismo y reconoce la existencia de la pobreza sin cuestionar sus causas. Dice que hay que llevar desarrollo para combatir la pobreza. Sigue enfatizando el crecimiento económico.


Contexto de Río’92 e Informe Brundtland
El Informe Brundtland es un informe socio-económico elaborado en 1987 para la Organización de Naciones Unidas por una comisión encabezada por Gro Harlem Brundtland, Primera Ministra de Noruega. Originalmente, se llamó Nuestro Futuro Común. Este informe utilizó por primera vez el término desarrollo sostenible (o desarrollo sustentable), definido como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Implica un cambio muy importante en cuanto a la idea de sustentabilidad, principalmente ecológica, y a un marco que da también énfasis al contexto económico y social del desarrollo.
¿Cuándo ocurre esto? Desde fines de los ochenta, las organizaciones indígenas del Abya Yala estábamos discutiendo acerca del significado actual de los 500 años de la invasión a nuestro continente. Había una sensibilidad global sobre este tema y en torno a la situación de los pueblos indígenas en general. A inicios de los ochenta la ONU había creado la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo, encabezada por la Primera Ministra de Noruega, que emite su informe en 1987.
El Informe Brundtland se pregunta cómo resolver los problemas ambientales y revertir el deterioro de la naturaleza, resolviendo al mismo tiempo los problemas de pobreza sin afectar el crecimiento. Contiene seis temas prioritarios: población, seguridad alimentaria, pérdida de especies y de recursos genéticos, energía, industria y asentamientos humanos. Es una crítica moderada, que intenta conciliar los intereses de las grandes empresas, los Estados, etc. En esos momentos ya se estaban cocinando las políticas neoliberales a nivel mundial. En este marco, las conferencias internacionales, incluidas las de medio ambiente y desarrollo, son un juego de relaciones de poder.
Las principales conclusiones del Informe Brundtland son: 
- No se puede segur con el modelo económico tradicional que identifica desarrollo y crecimiento. Ahora se habla de desarrollo sustentable, que es igual a crecimiento económico más superación de la pobreza y conservación y cuidado del ambiente.
- Exhorta a los gobiernos a actuar con responsabilidad. 
- Demanda campañas de educación y sensibilización ambiental.


Los límites de la Agenda 21 y Río’92 
En 1989 se inicia la producción del documento central de Río’92: la Agenda 21, que comprende un diagnóstico de la situación y un programa de acción. Articula tres niveles como problemática global: lo ambiental, lo económico y lo social. Es una herramienta de gestión, organizada en cuatro secciones de cuarenta capítulos. En ella se empieza a hablar de consumo responsable y de integración de medio ambiente y desarrollo en las políticas públicas.
El apartado 26 de la sección tercera está dedicado al reconocimiento y fortalecimiento del papel de los pueblos indígenas y sus comunidades.
En Rio’92 se asocia por primera vez diversidad cultural y diversidad biológica. De ella surgen dos instrumentos internacionales básicos: el Convenio sobre Diversidad Biológica y la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
El Principio 22 de Río’92 es el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas. Con esto incorpora lo establecido en el Convenio 169 aprobado en 1989. Hasta entonces no hubo referencia alguna a los pueblos indígenas y sus derechos.
Los Principios de Río’92 no fueron firmados por Estados Unidos, que tampoco firmó el Protocolo de Kioto. El mayor responsable no asume compromisos. Porque el Protocolo de Kioto es el único instrumento internacional vinculante, de cumplimiento obligatorio para los Estados, que fija metas de reducción de los emisiones de los gases de efecto invernadero que agravan el cambio climático. Este año vence y los países ricos se niegan a aprobar un segundo período del Protocolo de Kioto.
En el 2002 se realiza la Cumbre de Johannesburgo, denominada Río+10. Su saldo es negativo, porque en esta conferencia se establece el mercado como principal mecanismo de solución. Se dice que las empresas incorporen en sus proyectos de gestión criterios de responsabilidad ambiental. No se establecen compromisos de los países industrializados. Todo esto porque es un período de auge del neoliberalismo, hay mayor presión por los recursos y más deterioro.


Los retos de Río+20 
Cuando se realizó Río’92, los pueblos indígenas empezábamos a visibilizarnos y articularnos, a pasar de la resistencia a la propuesta. Hoy somos actores políticos y hemos avanzado en el reconocimiento formal de nuestros derechos en los instrumentos internacionales, constituciones y leyes nacionales. Aunque los Estados vulneran esos derechos, hoy contamos con herramientas legales y organizativas para exigir que se respeten y se garantice su ejercicio.
Hoy, en América Latina, los gobiernos abiertamente neoliberales y los llamados alternativos o progresistas coinciden en insistir en el capitalismo neoliberal extractivista que saquea y depreda la Madre Tierra, vulnera los derechos humanos y colectivos de los pueblos indígenas y criminaliza a sus líderes, autoridades y dirigentes, acusándolos de estar financiados por la derecha y persiguiéndolos penalmente por graves delitos, como sabotaje, secuestro, terrorismo y tentativa de homicidio.
En toda la región se afectan los bienes naturales, en particular el agua, los territorios y los derechos de los pueblos indígenas, vulnerándose el derecho a la consulta y el consentimiento previo, libre e informado reconocido por instrumentos internacionales como el Convenio 169 de la OIT, la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, suscritos por los cuatro Estados andinos. Las causas también son comunes: el sometimiento al extractivismo neoliberal, que criminaliza para beneficiar a las grandes empresas y profundiza el modelo primario exportador con el mismo pretexto: no ahuyentar las inversiones extranjeras.
La crisis climática y la crisis de civilización pretenden ser resueltas profundizando sus causas, apelando a las falsas soluciones sustentadas en los mecanismos de mercado, como REDD y ahora la llamada economía verde, que solo cubre con un barniz ecológico los problemas de fondo.
En ese contexto, entre el 20 y 22 de junio de 2012 se reunirá en Río de Janeiro, Brasil, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible, conocida como Río+20. Lo que en ella se debata y se acuerde nos afectará como pueblos indígenas. Por eso es indispensable que como organizaciones indígenas estemos bien informadas acerca de los temas que se tratarán en Río+20, para articular nuestras propuestas sobre cada punto de su agenda.
Los temas centrales de Río+20 son la economía verde, definida por Naciones Unidas como un sistema de actividades económicas relacionadas con la producción, distribución y consumo de bienes y servicios que resulta en mejoras del bienestar humano en el largo plazo, sin exponer a las generaciones futuras a riesgos ambientales. Y la creación de un marco institucional para el desarrollo sustentable, para reformar y reforzar la gobernanza a nivel local, nacional, regional y global, a fin de promover un desarrollo sostenible integral.
El concepto de desarrollo sostenible, nacido en Río’92, ya está en crisis. A nivel mundial, los poderosos insisten en un paradigma de desarrollo que sigue priorizando el crecimiento económico y la expansión de la mercantilización de los bienes, un modelo que está al servicio de las transnacionales. Por ello no solo no se han alcanzado los objetivos propuestos en la Cumbre de 1992, sino que, peor aún, hay mayor desigualdad social, menor acceso a la tierra, al agua, a la comida, al empleo y a otros servicios elementales. Y la Madre Tierra continúa siendo herida.
Y la economía verde no ayudará a alcanzar los objetivos de Río+20 porque no abandona las tradicionales ideas capitalistas de liberalización del mercado y el fomento de las relaciones comerciales Norte-Sur; mantiene la confianza en la lógica del crecimiento sostenido para ir solucionando los problemas ambientales y sociales del mundo; y no cuestiona la capacidad finita de la tierra, así como la capacidad finita de asimilación de los desechos de la actividad humana.
En el proceso hacia Río+20, se está discutiendo el Borrador Cero del documento que aprobarán los Estados en la Conferencia. Los pueblos indígenas hemos consensuado propuestas y aportes para este documento, entre los que destacan:
1. Reconocimiento de la cultura como cuarto pilar del desarrollo sostenible. La diversidad natural y la diversidad cultural están íntimamente ligadas y deben ser igualmente protegidas.
2. Reconocimiento de la Declaración ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y el Convenio 169 de la OIT como estándares de derechos para la implementación del desarrollo sostenible a todos los niveles. 3. Salvaguardar los territorios. Reconocimiento de la gestión tradicional de los pueblos indígenas de las cabeceras de cuencas, bosques, glaciares, zonas de alta biodiversidad. 
4. Reconocimiento, protección y promoción de los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas.
5. Incorporar la visión y los derechos de las mujeres de forma transversal en todos los programas de desarrollo sostenible y economía verde. Garantizar el acceso a los territorios de las mujeres para asegurar la supervivencia de los pueblos.


En conclusión: No es posible encontrar soluciones a la crisis de civilización dentro de este sistema. No es un tema tecnológico. No se puede gestionar la voracidad de un sistema insaciable que todo lo convierte en mercancía, no quiere reducir emisiones ni cambiar la matriz energética, sino que compra y vende carbono. 

Alberto Einstein decía que no es posible crear nuevas ideas aferrándonos a las viejas. Y Leonardo Boff plantea regresar a la raíz del problema, desencantar al mundo de la modernidad y que caiga la confianza ciega en la ciencia y la tecnología. No es un problema técnico sino ético y político. Hay que volver los ojos a la Tierra, verla como algo sagrado, tratarla con respeto. Ese es el aporte fundamental de los pueblos indígenas y sus organizaciones: la profundización del Buen Vivir como alternativa al cambio climático y la crisis de civilización.